Hace
unos días los medios se hicieron eco de la reintroducción del águila pescadora
en los cielos españoles treinta años después de su desaparición. La
recuperación es el resultado de un proyecto de la Consejería de Agricultura,
Pesca y Medio Ambiente de Andalucía que comenzó hace nueve años.
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Imagen extraída de la web denia.com. |
La reintroducción de la especie
en España no indica necesariamente que haya aumentado el número de ejemplares
de la especie, ya que el trabajo ha consistido en trasladar polluelos de águila
pescadora desde otros países con el fin de que, tras sus migraciones, las aves
reconozcan el ámbito andaluz como su hogar.
No
es mi intención criticar este tipo de iniciativas que buscan recuperar la
antigua riqueza de las flora y fauna peninsulares, aunque debo reconocer que me parecen ingenuas, ilusorias
y, finalmente, publicitarias (tanto de los organismos públicos que las
promueven como de las fundaciones privadas que las sustentan).
El motivo por el que el águila
pescadora desapareció de nuestros cielos fue el salvaje proceso de urbanización
acontecido en las últimas décadas. ¿La situación ha cambiado en este sentido?
No, de hecho, ha ido a peor. ¿El águila pescadora seguirá surcando los cielos
andaluces y alimentándose en sus aguas? Sí, durante cien años según los
expertos. Mi pregunta es qué calidad de vida espera a estos animales que han
sido establecidos de manera artificial en un territorio que abandonaron hace
tiempo porque no les ofrecía las condiciones idóneas para subsistir. ¿Los
esfuerzos invertidos en reintroducir esta especie en la Península no se podían
haber dirigido hacia la recuperación de su hábitat? Supongo que ahora soy yo la
que peca de ingenua.
Este tipo de programas son
necesarios cuando se trata de evitar la extinción de una especie, pero su
oportunidad queda en entredicho cuando
en el trasfondo ondea una bandera.
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