domingo, 12 de agosto de 2012

El mundo a sus pies


            Hace unos días los medios se hicieron eco de la reintroducción del águila pescadora en los cielos españoles treinta años después de su desaparición. La recuperación es el resultado de un proyecto de la Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente de Andalucía que comenzó hace nueve años.

Imagen extraída de la web denia.com.
La reintroducción de la especie en España no indica necesariamente que haya aumentado el número de ejemplares de la especie, ya que el trabajo ha consistido en trasladar polluelos de águila pescadora desde otros países con el fin de que, tras sus migraciones, las aves reconozcan el ámbito andaluz como su hogar.

            No es mi intención criticar este tipo de iniciativas que buscan recuperar la antigua riqueza de las flora y fauna peninsulares, aunque debo  reconocer que me parecen ingenuas, ilusorias y, finalmente, publicitarias (tanto de los organismos públicos que las promueven como de las fundaciones privadas que las sustentan).

El motivo por el que el águila pescadora desapareció de nuestros cielos fue el salvaje proceso de urbanización acontecido en las últimas décadas. ¿La situación ha cambiado en este sentido? No, de hecho, ha ido a peor. ¿El águila pescadora seguirá surcando los cielos andaluces y alimentándose en sus aguas? Sí, durante cien años según los expertos. Mi pregunta es qué calidad de vida espera a estos animales que han sido establecidos de manera artificial en un territorio que abandonaron hace tiempo porque no les ofrecía las condiciones idóneas para subsistir. ¿Los esfuerzos invertidos en reintroducir esta especie en la Península no se podían haber dirigido hacia la recuperación de su hábitat? Supongo que ahora soy yo la que peca de ingenua.

Este tipo de programas son necesarios cuando se trata de evitar la extinción de una especie, pero su oportunidad queda en entredicho  cuando en el trasfondo ondea una bandera.  

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