Gallegos ilustres I

Panteón de Martínez Anido en el cementerio de Valladolid. Imagen extraída de Memoria Libertaria.

            Con vuestro permiso, hoy quiero rescatar un negro capítulo más de la reciente Historia española protagonizado, como tantos otros, por un militar / político gallego: Severiano Martínez Anido.

            Dada la abultada trayectoria de disparates y abusos cometidos durante su carrera, sólo voy a centrarme en su labor como gobernador civil de Barcelona. En una sociedad destrozada por la crisis económica de 1919 y alentada por las noticias que llegaban del Este de Europa, el anarquismo y el movimiento obrero que tanto habían luchado por los derechos de la gente de a pie se convirtieron en las máculas más oscuras para la gente y gobernantes de bien. Escuchar las demandas y necesidades del pueblo era una opción que sólo cabía en los chistes, por lo que no podía temblar la mano a la hora de poner freno a esas barrabasadas. A Martínez Anido no le tembló: en su primer mes en el puesto, murieron 22 personas en las represalias.

A pesar de la manga ancha que proporciona un régimen dictatorial para con sus afines, el militar antes destinado en Filipinas y Marruecos se las ingenió para que su proceder fuese de lo más efectivo. Sabedor de que los perros de caza de la policía no serían suficientes para controlar a los anarquistas, creó el Sindicato Libre, encargado en un principio de reventar huelgas y movimientos obreros, para pasar después a ser una organización de asesinos a sueldo. Así de fácil.

            En los meses posteriores, entre unos y otros acabaron no sólo con la cúpula de la CNT, sino también con parte de sus activistas. Un eficaz método para lograr el objetivo deseado fue la aprobación de la Ley de Fugas, que permitía disparar a matar a cualquier preso o detenido huido. La inicial estrategia de dejar a los presos caminar unos pasos por delante de los guardias durante los paseos rutinarios en las prisiones, evolucionó hacia la puesta en libertad de los detenidos y llegó hasta el simple disparo por la espalda en cualquier ocasión.

            Cuando la policía no tenía tiempo o motivos suficientes para detener a alguien, o el objetivo era demasiado relevante, los pistoleros del Sindicato Libre tomaban el relevo. Éste es el ejemplo del asesinato de Françesc Layret, abogado habitual de la CNT y diputado. Cuando el 30 de noviembre de 1920 la mujer del nacionalista y republicano Lluis Companys acudió al abogado para denunciar que su marido y treinta y cinco presos más habían sido trasladados a Mahón, un pistolero del Sindicato dudó en acribillarle a balazos. Si así de sencillo era fusilar a un diputado y no pagar por ello, imaginad el valor de las vidas de tantos represaliados que murieron en las calles sólo por defender unos ideales incómodos para la clase dirigente. No niego que algunos de los asesinados no tuvieran las manos cubiertas de sangre, pero todos ellos murieron sin ser juzgados y a manos de un terrorismo de Estado que, en mi opinión, sólo alienta la brutalidad.

            Martínez Anido sólo necesitó de tres años para armar este reino de caos, intimidación, miedo, brutalidad y muerte. Espero que nuestros dirigentes tengan a bien tomar las decisiones adecuadas para evitar que la sociedad vuelva a explotar.

Os dejo el enlace a la página de La Vanguardia en la que se informa del asesinato de Layret junto a otras noticias que dan muestra de la tensión que se vivía en Barcelona: además del traslado de los presos a Mahón, también destaca la detención de mujeres armadas y de obreros que estaban celebrando una reunión, además de hacer balance del número de huelguistas.