Quiero
dedicar esta mi primera entrada de agosto a los nostálgicos que aún mandan
postales desde sus lugares de vacaciones. La perseverancia de estos peterpanes
de la correspondencia, que antes de soltar las maletas ya están preguntando por
la recepción de su tarjeta, que siempre reciben por respuesta que sus misivas
habrían llegado antes si las hubieran entregado en persona y que, a pesar de
todo, cada año comienzan sus vacaciones buscando las imágenes más
espectaculares del lugar que visitan, me lleva a rendirles este pequeño
homenaje. Reivindico su labor, porque a todos nos gusta recibir una carta
manuscrita y personal de vez en cuando, y les informo de que su tradición
consta de un gran futuro.